domingo, 1 de abril de 2007

A un guarro

Si existía algún detalle reseñable, del prolijo y cultivado carácter de mi hermano, éste era, sin lugar a la menor de las dudas, su intransigencia para con un oloroso defecto. En realidad, poseía un desarrollado sentido de la intransigencia, como no podía ser de otra manera en alguien como él, firmemente católico y de derechas. No tragaba ciertas manifestaciones de los vicios de sus congéneres. La falta de orden, la estupidez o la hipocresía son algunos de los defectos que aquejaban a muchos de los semejantes de mi hermano y que éste no aguantaba. Para que se hagan una idea de hasta dónde llegaba su extremismo en este aspecto, contaré que llegó a realizar una lista, que tituló:

CANCIONES QUE IMPRESCINDIBLEMENTE DEBE CONOCER Y APRECIAR LA CHICA QUE PRETENDA ASPIRAR AL ENORME PRIVILEGIO DE SER MI NOVIA


Y en la que incluía canciones como "Mustafa" del grupo estrafalario Queen, la "Obertura del Necio" de los instrumentales Supertram o el
Limonero" de los blanditos Pedro, Pablo y María.

Sea como fuere, existía entre los congéneres de mi hermano, y entre muchos de los míos, un defecto que era absolutamente rechazado por él: la suciedad o la falta de higiene personal. Observar a una persona guarra le provocaba grandes accesos de ansiedad que desembocaban, inevitablemente, en tremendos picores por toda su superficie corporal. Aunque curioso, era cierto. A mi hermano, ver desaliñados, le producía prurito.

Mi familia buscó durante años la causa y la cura de esta sucia alteración psíquico-física, pero todos los psicólogos se empeñaban en relacionarlo con auto-represiones de carácter sexual. Una vez, mi hermano llegó a confesarme que se empezaba a sentir algo reprimido. Cuando le pregunté que en qué aspecto, me respondió que, de un tiempo a aquella parte, debía reprimirse para no lanzar las sillas de los consultorios a las cabezas de los psicólogos. Con los psiquiatras fue casi peor. Siempre volvía con un diagnóstico plagado de palabrejas y vocablos incomprensibles, aunque todos coincidían en afirmar que la “etiología era patognomónica”. No sé qué tipo de perverso mal es ése, pero es sin duda devastador para la Clase Mamífera, pues he escuchado a muchos médicos y veterinarios usarlo para explicar el origen de muchos trastornos. De cualquier forma, ninguno logró nunca curarle su prurito.

Imaginen, pues, su desgracia cuando topó con un chaval que portaba con gusto todos esos defectos que él despreciaba. La cosa no hubiese llegado a mayores sino fuera porque el pestilente sujeto asistía a su misma clase. Ya pueden hacerse una idea de lo que eran aquellas clases. Por un lado, el mal olor que eternamente emitía el mefítico personaje; por el otro, las diversas, complicadas y en ocasiones divertidas contorsiones que mi hermano se veía obligado a realizar para rascarse en todas las zonas de su cuerpo. Tan graves eran los ataques de picores que a mi hermano se le empezó a conocer como "el chimpa", por la semejanza de comportamiento con el de ciertos monos, sin duda muy inteligentes.

Mi hermano tenía paciencia, no es que fuera el santo Job, pero tenía paciencia. Su paciencia aguantó lo que pudo, pero en poco tiempo se vio totalmente rebasada por el mal olor, las vestimentas pegajosas, el pelo grasiento y los demás repelentes del guarro. Éste, que ignoraba que el comportamiento extravagante de mi hermano tuviera su origen en él, le tenía como a una persona bondadosa y de gran sapiencia. Por ello, en cierta ocasión, fue a demandar a mi hermano su sabio consejo relacionado con una chica que le atraía. Concretamente, le pidió, sabedor de su afición lírica, un poema que le ayudara en su conquista. Mi hermano, que era una gran persona, de enorme corazón, estrecho de espaldas, y abultada capacidad craneal, en lugar de ignorar la petición del guarrete, como hubiésemos hecho sin duda nosotros, gente mezquina y facinerosa, se comprometió a escribirle el poema. Y lo hizo de la original manera que a continuación transcribo:

Todo hiede, todo apesta,

todo huele a podredumbre.

dices que ella te detesta

por no mudar tu costumbre.


Si rascaras bien la roña

aunque solo sea en la cara;

si arrancaras la carroña,

si una esponja te lavara...


Quizás ella te quisiera,

pero no, una dama así...

Si estúpida quizás fuera,

si viviera sin nariz.


Si por ahí fueras vestido

con ropa limpia y aseado,

si ningún viejo tejido

ni trapo por otro usado.


Si sintieras el dolor

que nos produce el mirarte;

si supieras qué hedor

de repente al acercarte.


Náuseas que al mal olor llaman,

nostálgicos sentimientos

que en la noche ciega exclaman

vómitos de olor a cientos.


Tus andares desgarbados

solo tienen un porqué:

uno del otro , apestados

van huyendo tus dos pies.


Si los guarros a tu paso

sin disimulo se apartan

¿no será porque acaso

son tus sobacos que cantan?


Andando contigo van

estreñidos sin remedio,

y es tocarte nada más

que cagan de a metro y medio.


Ya te acabo tu poema,

ya esta inmunda cancioncilla

y no sigo que me apena

ver caspa en tu coronilla.

4 comentarios:

Anónimo dijo...

"Náuseas que al mal olor llaman"... No sé a quién me recuerda... ¿espronceda??!!! Como que un poco descarado no?
Aparte de eso diría k me gusta pero los tienes mejores. En cuanto a la prosa me parece... buena De todas formas es mucho mejor en conjunto la del genio debe morir.
Me despido ¡Viva España!

Epistolista dijo...

Hola. Soy uno de los coautores.

Desde luego no todos los capítulos estarán al nivel del primero. Suele pasar que en muchos libros el mejor capítulo es el primero. Pero mientras guste nos damos con una roca en el occipital.

Por lo demás, gracias por seguirnos, un abrazo, csanmu, seas quien seas.

Alfarero dijo...

No, lo de la roca en el occipital no, que puede ser muy doloroso. Felicidades a ambos, Rictus y Lupi, Lupi y Rictus. Por cierto, ¿resucitará el genio o ha quedado definitivamente muerto?

Rictus Morte dijo...

Gracias Mariano, me alegro de que te guste y no sabemos si resucitará... Pero seguimos publicando